Presentación

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viernes, 16 de diciembre de 2016

La fuerza de Tersites

La fuerza de Tersites
El poder siempre está en relación con saber emplearlo, es decir, saber actuar bien. Quien puede actuar bien y no lo hace, es por dos razones principales: o no sabe o no quiere, o –añadamos una tercera– sabe y quiere, pero algo falló. El poder es un asunto de arte, es decir, de belleza, de sapiencia, de verdad. No por nada los cantos homéricos exaltan la belleza de los cuerpos en combate, es decir, la belleza del guerrero, el que sabe de contiendas así como de leyes. Recordemos al más testarudo, feo e impropio de todos los guerreros: Tersites: el poder en bruto, sin sapiencia, ni belleza, ni verdad, sólo voluntad exasperada. Tersites es el gran cobarde que enfurecido agrede al rey, porque ya no quiere luchar. Tersites no ve la trampa de la comodidad; su rencor violenta a su alma al grado de no querer ver la verdad. Tersites olvida por qué abandonaron la casa; él cree que sólo se trata de ensanchar los cofres del rey, por eso termina diciendo: ¡Pues junta riquezas tú solo!…mientras repta hasta nuestros oídos, “haríamos bien en hacer lo mismo.” Un testarudo, temeroso y rencoroso como él no actúa por nadie que no sea él mismo.
Tersites no sólo no ve la trampa de la comodidad, sino que confunde la potestad del rey. La mirada del más bajo de los aqueos nos persigue. Pues quién no ha escuchado decir al vecino o a uno mismo que la política es sólo para poder granjearse lujos, poder, y goces. El asunto mejora si esto se puede hacer sin tanto esfuerzo, como lo exige el rey, la virtud. Pero así perdemos al poder –lo pervertimos– y ganamos la fuerza. También perdemos la dignidad, pero ganamos la posición. Así, pasamos de la Poesía a la Física; de la Ética a la zoología. La lucha no es por el poder, sino por la fuerza; confundimos el ingenio de Odiseo con la habilidad de las ratas. Resulta de todo esto que Darwin es mejor que Aristóteles para explicar la excelencia del hombre y sin la necesidad de explicar la relación entre comunidad y virtud, o ¿sólo sobornamos a la razón con el placer y con la esperanza de que todos seremos fuertes?
Tersites nos perjudicó mucho, pues confundió para nosotros al poder con la fuerza, y a la ostentación con la majestuosidad. Además de que encumbró a la comodidad ensalzándola de filántropa. Por eso nadie ejercita el poder político, porque es difícil.  El que tiene más fuerza reirá para siempre. Pero para nuestra suerte, Odiseo, acompañado de Atenea, le da un golpe al más vil de los hombres y en seguida nos arenga recordando que aún no se han cumplido las promesas. Aún no se está en paz y por eso no se puede regresar a casa. La victoria está ofrecida a los esforzados y así se vaticinó desde antes de la empresa. Odiseo junto a la diosa nos anima a buscar la excelencia del hombre en la justa batalla, mientras que Tersites temeroso parece un animal encorvado, que bulle de rabia, aunque en realidad llora.
Un cuerpo esforzado, una mente digna y un corazón justo son las joyas de la excelencia humana, del poder bien ejercido. Además, ¡qué infame volver con el Hombre y decirle, no hice nada más que recostarme en la playa porque temí a tu mundo!

Javel

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