La fuerza de Tersites
El poder siempre está en
relación con saber emplearlo, es decir, saber actuar bien. Quien puede actuar
bien y no lo hace, es por dos razones principales: o no sabe o no quiere, o
–añadamos una tercera– sabe y quiere, pero algo falló. El poder es un asunto de
arte, es decir, de belleza, de sapiencia, de verdad. No por nada los cantos
homéricos exaltan la belleza de los cuerpos en combate, es decir, la belleza
del guerrero, el que sabe de contiendas así como de leyes. Recordemos al más
testarudo, feo e impropio de todos los guerreros: Tersites: el poder en bruto,
sin sapiencia, ni belleza, ni verdad, sólo voluntad exasperada. Tersites es el
gran cobarde que enfurecido agrede al rey, porque ya no quiere luchar. Tersites
no ve la trampa de la comodidad; su rencor violenta a su alma al grado de no
querer ver la verdad. Tersites olvida por qué abandonaron la casa; él cree que
sólo se trata de ensanchar los cofres del rey, por eso termina diciendo: ¡Pues
junta riquezas tú solo!…mientras repta hasta nuestros oídos, “haríamos bien en
hacer lo mismo.” Un testarudo, temeroso y rencoroso como él no actúa por nadie
que no sea él mismo.
Tersites no sólo no ve la
trampa de la comodidad, sino que confunde la potestad del rey. La mirada del
más bajo de los aqueos nos persigue. Pues quién no ha escuchado decir al vecino
o a uno mismo que la política es sólo para poder granjearse lujos, poder, y
goces. El asunto mejora si esto se puede hacer sin tanto esfuerzo, como lo
exige el rey, la virtud. Pero así perdemos al poder –lo pervertimos– y ganamos
la fuerza. También perdemos la dignidad, pero ganamos la posición. Así, pasamos
de la Poesía a la Física; de la Ética a la zoología. La lucha no es por el
poder, sino por la fuerza; confundimos el ingenio de Odiseo con la habilidad de
las ratas. Resulta de todo esto que Darwin es mejor que Aristóteles para
explicar la excelencia del hombre y sin la necesidad de explicar la relación
entre comunidad y virtud, o ¿sólo sobornamos a la razón con el placer y con la
esperanza de que todos seremos fuertes?
Tersites nos perjudicó mucho,
pues confundió para nosotros al poder con la fuerza, y a la ostentación con la
majestuosidad. Además de que encumbró a la comodidad ensalzándola de filántropa.
Por eso nadie ejercita el poder político, porque es difícil. El que tiene más fuerza reirá para siempre. Pero
para nuestra suerte, Odiseo, acompañado de Atenea, le da un golpe al más vil de
los hombres y en seguida nos arenga recordando que aún no se han cumplido las
promesas. Aún no se está en paz y por eso no se puede regresar a casa. La
victoria está ofrecida a los esforzados y así se vaticinó desde antes de la
empresa. Odiseo junto a la diosa nos anima a buscar la excelencia del hombre en
la justa batalla, mientras que Tersites temeroso parece un animal encorvado,
que bulle de rabia, aunque en realidad llora.
Un cuerpo esforzado, una mente
digna y un corazón justo son las joyas de la excelencia humana, del poder bien
ejercido. Además, ¡qué infame volver con el Hombre y decirle, no hice nada más
que recostarme en la playa porque temí a tu mundo!
Javel
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